Frank Miller
RECONOCIDO
Hace unos años luz, el narrador de Frank Durden era tatuador. Llamémoslo "Joe, el órgano arbitrario"
Eran máquinas artesanales: un motor de grabadora montado en una pequeña plataforma de metal que a su vez sostenía un cascaron de bolígrafo Parker el cual lo había logrado conseguir en el boliche (se hacia la idea de asepsia metiéndolo en agua caliente y alcohol
) La aguja sostenida por un canutillo que llegaba hasta una polea pegada al eje del motor en marcha la hacía entrar y salir rápidamente marcando el cuero del paciente con tinta china.
Muchas chicas del barrio se tatuaron con él. Hasta las inalcanzables, quienes seducidas por el nuevo arte del barrio, llegaban a la cama o silla de Joe a prestarse como lienzo viviente.
Una de esas "inalcanzables" necesitaba corregirse un tatuaje que otro tatuador más picarón le había hecho en la nalga. Digo picarón porque la rosa, el tatuaje pedido por la chica, se lo hizo muy pero muy cerca del ano. Carajo! el tatuaje es para lucirlo y en ese recóndito lugar ni el que la fuera a clavar por ahí lo iba a ver, ero bueno.
Les cuento que la chica, de cara y cabello se parecía mucho a nuestra Andrea Miss tanga, pero con un cuerpo esbelto y gozaba de unos grandes senos tipo maracas; eran la sensación en las "minitecas", todos queríamos sentir esas tetas apachurrándose en nuestro pecho, Joe un par de veces lo hizo y le gustaba quedarse un poco separado de ella para sentir sus pezones rayándole las tetillas, ella disimulaba pero le gustaba sentir el pepino rozándole la zona pélvica también. En la adolescencia uno tenía que pensar en la abuela en tanga o una vaca haciendo popó para que al terminar de bailar se le bajara la palanca un poco y poder reunirse con los secuaces, eso sí, terminaba uno con el calzoncillo lleno de babas.
-Ponte cómoda. Le dijo Joe, así como nos dicen las ss a nosotros antes de la faena
. Muéstrame el tatuaje.
Se da vuelta, se sube la falda, se hecha a un lado la panty y se jala suavemente una nalga. La rosa estaba ahí, mal hecha. Joe sentado en su cama quedó paralizado. La sangre se le subió a los pómulos, su pene estaba que se venía sin previo aviso. Ella, notando la reacción se bajó la falda y con la cabeza gacha se acomoda un mechón de pelo atrás de la oreja. Lo miró ladeado con ojos achinados. Era hermosa.
-Caramba, la cosa está difícil. -dijo Joe con una sonrisa tímida mientras una gota de sudor resbalaba por su sien. Te propongo algo: te haré esa rosa en el pecho. igual ese tatuaje nadie lo va a ver. déjalo así.
Un tanto decepcionada casi dice que no pero al final accedió. Sentada en la silla, con una blusa de tela suave y sin brasier, Joe sentado en la cama con guantes y todo listo le pidió con una seña que se sacara el seno. ¡Dios! inmaculado, perfecto, pezón café claro como sus ojos. Encendió la máquina y el zumbido del motor rompió el hielo. La rosa empezó a florecer en esa piel de durazno. Casi acabando el trabajo, la chicas se veía satisfecha; le mandaba pícaras miradas al artista con mordidas de labio incluidas.
-Sácate el otro seno para tatuarlo. -dijo Joe tentando terreno.
Ella, con cara seria, se guarda el seno tatuado, cruza sus brazos y de repente se levanta la blusa hasta sacarla de su cuerpo, la deja atrás de su cabeza ofreciéndole a Joe sus codiciados senos, ahora, luciendo un fino tatuaje del que aún emanaba un poco de líquido sanguinoso.
Sin pensarlo, Joe se quitó los guantes y sentía como el talco que le quedó en sus manos hacía mas fácil el recorrido en aquella piel ahora erizada como de gallina. Los mordió suavemente de este a oeste; de norte a sur. Mientras lo hacía en uno en el otro sintonizaba Radioactiva 90.1 FM. Se fueron a la cama. Joe pensó que en misionero iba a perder el año y la puso en doggy style; fue peor. sin embargo le acariciaba esas tersas nalgas mientras se lo hacía. El zumbido de la máquina de tatuar los hacía lubricar excesivamente. Ella quería montarlo y él decía con la cabeza "no, no" pero ella ganó. Se montó y le movió ese culo como una batidora rosándole el clítoris en su pelvis mientras él le sostenía las tetas para que no brincaran mucho. Fue el tatuaje mejor pagado en su vida. El centellante sexo adolescente que tuvieron los dejó más que exhaustos, prendidos, con ganas de más. Al tanto de haber arrojado su semen caliente en su propio abdomen, Joe escucha a alguien entrar a la casa.
-Joe, qué haces? -Era su madre.
Eran máquinas artesanales: un motor de grabadora montado en una pequeña plataforma de metal que a su vez sostenía un cascaron de bolígrafo Parker el cual lo había logrado conseguir en el boliche (se hacia la idea de asepsia metiéndolo en agua caliente y alcohol
Muchas chicas del barrio se tatuaron con él. Hasta las inalcanzables, quienes seducidas por el nuevo arte del barrio, llegaban a la cama o silla de Joe a prestarse como lienzo viviente.
Una de esas "inalcanzables" necesitaba corregirse un tatuaje que otro tatuador más picarón le había hecho en la nalga. Digo picarón porque la rosa, el tatuaje pedido por la chica, se lo hizo muy pero muy cerca del ano. Carajo! el tatuaje es para lucirlo y en ese recóndito lugar ni el que la fuera a clavar por ahí lo iba a ver, ero bueno.
Les cuento que la chica, de cara y cabello se parecía mucho a nuestra Andrea Miss tanga, pero con un cuerpo esbelto y gozaba de unos grandes senos tipo maracas; eran la sensación en las "minitecas", todos queríamos sentir esas tetas apachurrándose en nuestro pecho, Joe un par de veces lo hizo y le gustaba quedarse un poco separado de ella para sentir sus pezones rayándole las tetillas, ella disimulaba pero le gustaba sentir el pepino rozándole la zona pélvica también. En la adolescencia uno tenía que pensar en la abuela en tanga o una vaca haciendo popó para que al terminar de bailar se le bajara la palanca un poco y poder reunirse con los secuaces, eso sí, terminaba uno con el calzoncillo lleno de babas.
-Ponte cómoda. Le dijo Joe, así como nos dicen las ss a nosotros antes de la faena
Se da vuelta, se sube la falda, se hecha a un lado la panty y se jala suavemente una nalga. La rosa estaba ahí, mal hecha. Joe sentado en su cama quedó paralizado. La sangre se le subió a los pómulos, su pene estaba que se venía sin previo aviso. Ella, notando la reacción se bajó la falda y con la cabeza gacha se acomoda un mechón de pelo atrás de la oreja. Lo miró ladeado con ojos achinados. Era hermosa.
-Caramba, la cosa está difícil. -dijo Joe con una sonrisa tímida mientras una gota de sudor resbalaba por su sien. Te propongo algo: te haré esa rosa en el pecho. igual ese tatuaje nadie lo va a ver. déjalo así.
Un tanto decepcionada casi dice que no pero al final accedió. Sentada en la silla, con una blusa de tela suave y sin brasier, Joe sentado en la cama con guantes y todo listo le pidió con una seña que se sacara el seno. ¡Dios! inmaculado, perfecto, pezón café claro como sus ojos. Encendió la máquina y el zumbido del motor rompió el hielo. La rosa empezó a florecer en esa piel de durazno. Casi acabando el trabajo, la chicas se veía satisfecha; le mandaba pícaras miradas al artista con mordidas de labio incluidas.
-Sácate el otro seno para tatuarlo. -dijo Joe tentando terreno.
Ella, con cara seria, se guarda el seno tatuado, cruza sus brazos y de repente se levanta la blusa hasta sacarla de su cuerpo, la deja atrás de su cabeza ofreciéndole a Joe sus codiciados senos, ahora, luciendo un fino tatuaje del que aún emanaba un poco de líquido sanguinoso.
Sin pensarlo, Joe se quitó los guantes y sentía como el talco que le quedó en sus manos hacía mas fácil el recorrido en aquella piel ahora erizada como de gallina. Los mordió suavemente de este a oeste; de norte a sur. Mientras lo hacía en uno en el otro sintonizaba Radioactiva 90.1 FM. Se fueron a la cama. Joe pensó que en misionero iba a perder el año y la puso en doggy style; fue peor. sin embargo le acariciaba esas tersas nalgas mientras se lo hacía. El zumbido de la máquina de tatuar los hacía lubricar excesivamente. Ella quería montarlo y él decía con la cabeza "no, no" pero ella ganó. Se montó y le movió ese culo como una batidora rosándole el clítoris en su pelvis mientras él le sostenía las tetas para que no brincaran mucho. Fue el tatuaje mejor pagado en su vida. El centellante sexo adolescente que tuvieron los dejó más que exhaustos, prendidos, con ganas de más. Al tanto de haber arrojado su semen caliente en su propio abdomen, Joe escucha a alguien entrar a la casa.
-Joe, qué haces? -Era su madre.
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