Un deseo indebido - parte 2

Putero_bastian

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ABR 2021
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Bogotá
Tras el último encuentro con Michelle mi vida estaba llena de duda. Por un lado era innegable la química y la pasión que existía entre los dos. Por otro lado existía un gran riesgo. No se trataba de un tema de edad. El problema con Michelle era la manera en la que su familia la veía. En medio de una generación de varias primas bien problemáticas, incluyendo dos embarazos adolescentes y una "quitamaridos" famosa en el barrio, Michelle era la juiciosa, la prepago (+18) de casa. Por eso era terriblemente sobreprotegida, a tal punto que ya le habían ahuyentado muchos amigos con una vigilancia exagerada e incluso con acciones bastante peculiares. Por ejemplo en una oportunidad le habian arrojado agua con un balde a Michelle y un novio con el que la habían visto besarse en la calle. Realmente había un problema con el tema del crecimiento de la "prepago (+18)" y afectaba a toda la familia de mi ex mujer. A eso se le sumaba que aún tenía bastante contacto con ellos, tanto por el hijo producto del matrimonio como por algunos negocios. Todo eso me ponía a pensar que, de llegar a saberse todo, se formaría un gran escándalo donde yo quedaría como un aprovechado de una inocente prepago (+18) y eso afectaría toda mi vida.

Las dudas aumentaban pues pasaba la fecha límite del regreso de Michelle y ella había dejado de insistir. Antes yo había estaba decidido a cortar todo y ella insistía en que podíamos tener algo realmente serio. Su silencio me llevaba a suponer que armaría el escandalo. Para colmo su celular sonaba suspendido, y al intentar averiguar disimuladamente por ella con mi ex mujer no encontraba respuesta.

La incertidumbre duró hasta final de mayo. Una noche mientras trabajaba recibí una llamada al celular. Era Michelle, atacada llorando. Estaba en el terminal. Me pidió recogerla. Solucione unos temas y dos horas después estaba allá. Michelle estaba apenas vestida con una blusa y un jean. Totalmente desarreglada pero muy sexy. Subió al carro y se desahogó. Se sentía asfixiada por tanto control. Además había comentado a sus papás de unas oportunidades para salir del país y no había encontrado apoyo. Yo sabía que era totalmente normal que ella se sintiera así. Así que traté de apoyarla y le pregunté cuál era su plan en Bogotá. Me dijo que buscaría un trabajo y empezar a ahorrar. Con suerte tal vez cumpliría su sueño. Sin embargo había empezado regular. Había aplicado a tres ofertas de trabajo, dos eran para trabajar en esos "cafés con piernas" y una era en un reservado. En eso era tajante. Nada sexual, nada de mostrar. 

Le ofrecí vivienda gratuita mientras se ubicaba. Tajante también. Aceptaba mi ayuda pero todo quedaría como deuda que iría pagando. Era muy orgullosa, pero eso me gustaba. Acepté con la condición de no estar escondida. Tendría que decirle la verdad a sus papás e ir por sus cosas. Aceptó. 

Ese día fuimos a comprar ropa, el único regalo que me aceptó. Compró una falda que me puso a babear por ella. La falda era un poco más de 10 dedos sobre la rodilla. Sus piernas se veían provocativas. Firmes. Además permitía ver ese culo redondo. Volvimos a la casa ansioso por verla en esa falda y hacerle de todo. Sin embargo se durmió en el camino y llegó rendida al apartamento. Habría que esperar.

Pasaron casi dos semanas. Michelle asumió el rol de ama de casa. Cocinaba, arreglaba el apto, hasta lavaba ropa. Michelle siempre había sido una perezosa y era sorprendente verla en ese rol. A finales de la segunda semana tuvo una entrevista en un call Center. Estaba vestida con la minifalda, una blusa negra ajustada que delineaba su cuerpo. Muy sexy. Regreso feliz. Entró al apto y corrió a besarme con pasión. Había obtenido el trabajo. Me contó todo y la invite a un buen restaurante. Antes de salir se acercó a arreglar mi camisa, una miradita y seguimos besándonos. 

Acá contaré un detalle que olvidé del relato anterior. Algo que me fascinaba de Michelle era una tendencia que ella tenía a ser una mujer sumisa. En el calor de la intimidad Michelle adoraba ser tratada como una posesión. "Hazme tuya", "hazme lo que quieras", "dime qué eres mi dueño" eran algunas frases que soltaba. Además le encantaba el sexo fuerte. Igual que a mí. 

Yo tenía mucho deseo por tomarla con toda la fuerza pero temia asustarla. Sin embargo ese día no pensé. La lleve contra la pared besándola descontroladamente. Ella gemía y me acariciaba. La desnudé y toqué cada parte de su cuerpo. Ella moria de deseo y me desnudaba. Ella moria por sentir algo en su vagina y yo me hacía esperar. Me levanté, la tomé del cabello, ¿Eres mía? Si amor... ¿vas a complacer a tu dueño? Si amor, siempre... Lleve su cara contra mi pene y la hice chupar profundamente. Sus gemidos me demostraban que disfrutaba. Jugaba con su lengua delicioso. Después la tumbé y yo le di un oral profundo, ella gemía como loca. Pedía más. Me apretaba más a fondo. Después de un rato la tomé bruscamente de las caderas y la llevé a cabalgar. Tome sus senos y empecé a morder sus pezones. "Si más, que rico. Más fuerte". Yo mordía sus senos con intensidad y ella se movía deliciosa. Varios orgasmos y luego la subí al borde de la cama. Le di duro, salvaje. Ella feliz. Terminamos y descansamos un poco. En la ducha para refrescamos la cogí en 4. "Castigame" me decía. Yo le daba nalgadas y lo metía tan fuerte como podía. El mejor sexo que había tenido.

Terminamos pidiendo domicilio. Una maratón de sexo increíble. 

Al día siguiente me trataba como un novio. Durante dos semanas tuvimos sexo cada noche y me atendía. Un paraíso. Un día me dijo, ¿si ves amor? Yo puedo ser tu mujer... Me asusté un poco. Pero lo pensé. Cocinaba rico, era atenta, dulce y qué decir del sexo. Le dije esta bien, ha sido grandioso hasta ahora. Pero eres muy joven y en poco tiempo vas a notar los inconvenientes. Ella respondió, no sé, ¿pero podemos seguir pasándola tan rico mientras? Está bien... Decidí tomar el riesgo
 

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