LORD HENRY WOTTON
REGISTRADO
La vida de un ser humano regular pasa por altos y bajos que son apenas normales e incluso necesarios para configurar la personalidad de cada individuo y sus actos son en parte un reflejo de lo vivido y a su vez un detonante de las cosas por venir.
La primera vez que estuve con una trabajadora sexual fue hace dos años en Bogotá, mas exactamente en el barrio Santa Fe al centro de la ciudad. Para quienes conocen el Santa Fe, sabrán que sus antiguas calles con casas viejas que datan de finales de 1700 es ahora una cloaca donde convergen todos los pecados, donde por dinero satisfaces cualquiera de tus más carnales vicios y donde todo es ignorado y permitido ante la mirada de los propios entes de control. Quizá después cuente la historia de cómo fue esta experiencia, si alguno de los lectores así lo pide o si me doy cuenta de que al menos esta opinión está siendo leída. Por ahora me limito a responder la pregunta que aquí me he planteado.
Nunca me han hecho falta las chicas. Desde el subjetivo cultural de la mujer colombiana promedio soy un tipo atractivo. Tengo 30 años, soy educado, profesional, culto y prudente. No soy quien más tenga dinero pero tengo un buen empleo. Hay un par de mujeres que me pretenden en este momento, ambas definitivamente hermosas, e incluso he tenido el grandioso privilegio de recibir halagos reales (incluyendo invitaciones a salir) por parte de chicas por cuyo sexo pagué; no soy casado, ni tengo hijos, hablo tres idiomas y simplemente vivo como me da la gana. Desde mucho antes de mi primera experiencia con una trabajadora sexual ya había perdido la cuenta de con cuántas mujeres me había acostado; todas pretendientes de una u otra manera y como muchos, solo recuerdo con exactitud cuál fue la primera. He roto corazones, claro... y el mío no lo rompieron, lo volvieron mi***; lo pisaron y lo escupieron.
A lo que voy, con esta aburrida descripción que sé que a muchos no les interesa (a nadie debería, de hecho) es que odio cuando dicen que "frecuentar putas" (término que detesto porque lo considero como una total falta de respeto hacia tan dignas mujeres) es para los feos, o los perdedores, o los que no tienen como "levantase a una mujer" (Como si una mujer fuera un objeto caído que hay que levantar). No, frecuentar a estas mujeres me evita promesas en un mundo en el que ya no se cumplen, me evita decepciones por el amor no retribuido, me evita dramas de la vida moderna y la afamada hipocresia recíproca que se dan los enamorados en tiempos en donde toda moral ha sido defecada. La trabajadora sexual es para mí quien a voluntad ofrece un servicio, un servicio que de ser dado con excelencia, es de mi parte retribuido. Siempre que me dispongo a partir lo agradezco y deseo los mayores éxitos en lo que hacen. Para mi es como ir a la tienda y comprar algo que necesito puntualmente entendiendo que de no ser por esa persona que me lo vende, no podría suplir esa necesidad; otorgando así todo el valor y respeto que esa persona adquiere en ese momento
De modo que por qué recurro a trabajadoras sexuales, simple: En cuanto al afecto lo probé todo y me harté, creo en el placer sin afecto, creo en el placer relegado al olvido. No creo en un mañana y tampoco en dejar semillas para que lo sufran. Tener sexo con amigas implica un afecto o una historia o un lazo y por eso ya a ello tampoco recurro. Pienso en lo bien que se siente despedirse de alguien hasta ahora desconocido y que te ha dado placer y felicidad, y saber que jamás lo volverás a ver. Nada puede dañar ese vinculo fugaz, el adiós fulminante es lo único que prevalece por siempre.
H.W.
La primera vez que estuve con una trabajadora sexual fue hace dos años en Bogotá, mas exactamente en el barrio Santa Fe al centro de la ciudad. Para quienes conocen el Santa Fe, sabrán que sus antiguas calles con casas viejas que datan de finales de 1700 es ahora una cloaca donde convergen todos los pecados, donde por dinero satisfaces cualquiera de tus más carnales vicios y donde todo es ignorado y permitido ante la mirada de los propios entes de control. Quizá después cuente la historia de cómo fue esta experiencia, si alguno de los lectores así lo pide o si me doy cuenta de que al menos esta opinión está siendo leída. Por ahora me limito a responder la pregunta que aquí me he planteado.
Nunca me han hecho falta las chicas. Desde el subjetivo cultural de la mujer colombiana promedio soy un tipo atractivo. Tengo 30 años, soy educado, profesional, culto y prudente. No soy quien más tenga dinero pero tengo un buen empleo. Hay un par de mujeres que me pretenden en este momento, ambas definitivamente hermosas, e incluso he tenido el grandioso privilegio de recibir halagos reales (incluyendo invitaciones a salir) por parte de chicas por cuyo sexo pagué; no soy casado, ni tengo hijos, hablo tres idiomas y simplemente vivo como me da la gana. Desde mucho antes de mi primera experiencia con una trabajadora sexual ya había perdido la cuenta de con cuántas mujeres me había acostado; todas pretendientes de una u otra manera y como muchos, solo recuerdo con exactitud cuál fue la primera. He roto corazones, claro... y el mío no lo rompieron, lo volvieron mi***; lo pisaron y lo escupieron.
A lo que voy, con esta aburrida descripción que sé que a muchos no les interesa (a nadie debería, de hecho) es que odio cuando dicen que "frecuentar putas" (término que detesto porque lo considero como una total falta de respeto hacia tan dignas mujeres) es para los feos, o los perdedores, o los que no tienen como "levantase a una mujer" (Como si una mujer fuera un objeto caído que hay que levantar). No, frecuentar a estas mujeres me evita promesas en un mundo en el que ya no se cumplen, me evita decepciones por el amor no retribuido, me evita dramas de la vida moderna y la afamada hipocresia recíproca que se dan los enamorados en tiempos en donde toda moral ha sido defecada. La trabajadora sexual es para mí quien a voluntad ofrece un servicio, un servicio que de ser dado con excelencia, es de mi parte retribuido. Siempre que me dispongo a partir lo agradezco y deseo los mayores éxitos en lo que hacen. Para mi es como ir a la tienda y comprar algo que necesito puntualmente entendiendo que de no ser por esa persona que me lo vende, no podría suplir esa necesidad; otorgando así todo el valor y respeto que esa persona adquiere en ese momento
De modo que por qué recurro a trabajadoras sexuales, simple: En cuanto al afecto lo probé todo y me harté, creo en el placer sin afecto, creo en el placer relegado al olvido. No creo en un mañana y tampoco en dejar semillas para que lo sufran. Tener sexo con amigas implica un afecto o una historia o un lazo y por eso ya a ello tampoco recurro. Pienso en lo bien que se siente despedirse de alguien hasta ahora desconocido y que te ha dado placer y felicidad, y saber que jamás lo volverás a ver. Nada puede dañar ese vinculo fugaz, el adiós fulminante es lo único que prevalece por siempre.
H.W.