Frank Miller
RECONOCIDO
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[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Parte I[/font][/size][/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Rebeca, así se llama su personaje en un mundo subterráneo, oscuro, de luces tenues y velones encendidos detrás del tocador iluminando al Negro Felipe. En ese mundo, ella es una camaleona: puede ser ardiente, sensual, una cerda o potra en celo, pero si alguien lo desea puede ser una dama decente, dócil, capaz de dar un sexo lleno de delicadeza, humedad y jadeos suaves; sabe entregar su piel a otra piel de mil maneras, es hábil para cambiar según el cliente.
- ¿Te gusta así? –Le dice Leandro mientras la penetra en la posición “tijeras” Ella de lado, con una pierna en el aire, el arrodillado y metido entre sus piernas. La posición le permitía darle una clavada "a ras con bolas". Lo hacía con dureza pero sin rudeza. Mientras la penetraba le agarraba una nalga la cual jalaba hacía sí en una que otra embestida, la tomaba de sorpresa y cuando lo hacía, Rebeca reaccionaba con un grave suspiro que le hacía cerrar los ojos y levantar la barbilla.[/font][/size]
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]------------------------[/font][/size][/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Alejandra solo tenía 14 años cuando estuvo por primera vez con Miguel, su novio desde que eran niños. Crecieron juntos pues eran vecinos de patio. Eran contemporáneos, lo que les permitió conocerse desnudos desde que empezaron a caminar.
- ¡Pero si nos vamos a casar! –le reclama Miguel con algo de desespero ¿por qué te niegas a entregarte a mí? Seré tu hombre para toda la vida. Tendremos una casa, hijos y un perro. ¿Qué puede salir mal?
- No lo sé Miguel. responde Alejandra mirando al suelo, sobándose un brazo y juntando sus rodillas. -¿Qué tal si quedo embarazada? Mis padres sufrirían mucho. Además, yo no sabría cuidar un bebé.
- Eso no va a pasar. Un amigo que ya ha estado con su novia me dijo que al momento de eyacular él sacaba el pene y se lo echaba en la barriga a su novia.
- ¡iuu! Debe ser asqueroso.
- Jeje. Mi amigo dice que por el contrario, es excitante.
Alejandra gira sobre sus talones y mira al cielo estrellado. Piensa decir algo pero baja la cabeza y se lo traga. Cambia lo que iba a decir por una respuesta que hace brillar los ojos de Miguel:
-Lo haremos pero con una condición: solo la puntica.
-¡De acuerdo! –responde Miguel acercándose a ella y mandando su mano debajo de su falda buscando el tesoro más preciado de su vecina.
-¡Estás… mojadita! –dice Miguel. Alejandra sonríe y se sonroja, se le mojan los labios y dice:
-Yo, yo… sí quiero, solo que me da miedo no tener… (Alejandro mete su dedo índice en su vagina) ...capacidad. ¡ooh!
La luna llena brillaba en todo su esplendor, iluminaba el serpenteo de los caminos que rodeaban el árbol donde Aleja y Miguel hallaron el dulce pecado. Luciérnagas sobrevolaban los cuerpos semidesnudos tirados entre dos grandes raíces del árbol que los acunaba. El silencio había interrumpido la tertulia entre dos seres que quizás se amaban con sinceridad dejándolos unir sus cuerpos por primera vez en sus cortas vidas. Aunque no solo fue la puntica. En un momento de efervescencia, Miguel bajó a su barricada y la llenó de más fluidos, haciéndola vulnerable, sumisa y deseosa de saberse mujer. Miguel sube a derrotar el ejercito de sus pechos, y ellos, prominentes y fuertes repelían el ataque, pero solo por unos segundos. En ese momento Alejandra es sorprendida, su hombre la había distraído con esa guerra arriba mientras abajo invadía su tesoro más cuidado. Había bajado la guardia. Fue una emboscada. Esa carne oculta fue conquistada por su hombre. Fue ese olor a monte verde que elevó la excitación de Alejandra al punto de exigir a su amado que la penetrase toda. Su más profunda piel había sido colonizada al mayor de los gustos. Ella se creía soñando, disfrutaba haber sido descubierta. No había pudor. Los más bajos instintos se habían apoderado de eso dos seres. Fue la primera vergüenza y también la ultima pena. El silencio ya no los vigilaba; sus bocas, que disimulaban los jadeos, ahora le gritaban a ese gran árbol lo feliz que eran.
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[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif] ------------------------[/font][/size][/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Mientras le daba sexo en modo misionero, Leandro miraba su reloj Casio modelo James bond de los 80s. Faltaban 10 minutos para terminar el contrato con Rebeca. Ella lo interrumpe y con sus manos lo toma por la nuca y lo atrae hacia ella para darle un beso. Leandro se sorprende y la besa pero no abre su boca. Se deja tumbar en el cuerpo de ella y sigue follándola, de vez en cuando para y restriega su pelvis contra la de ella haciéndola abrir la boca y gemir de placer. Le sigue dando duro y acompasadamente y en un momento siente un calor en su pene; percibe un líquido saliendo de la vagina de Rebeca y para. Ella lo agarra por las caderas y lo atrae fuertemente hacía sí mientras jadea con furia volteando los ojos. Desgarra su garganta y frunce el ceño sin dejar de meter sus uñas en la piel de él hasta que su cascada termina de gotear dejando el blanco de las sabanas lleno de sus mieles vaginales.
----------Continuará-----------[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Parte I[/font][/size][/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Rebeca, así se llama su personaje en un mundo subterráneo, oscuro, de luces tenues y velones encendidos detrás del tocador iluminando al Negro Felipe. En ese mundo, ella es una camaleona: puede ser ardiente, sensual, una cerda o potra en celo, pero si alguien lo desea puede ser una dama decente, dócil, capaz de dar un sexo lleno de delicadeza, humedad y jadeos suaves; sabe entregar su piel a otra piel de mil maneras, es hábil para cambiar según el cliente.
- ¿Te gusta así? –Le dice Leandro mientras la penetra en la posición “tijeras” Ella de lado, con una pierna en el aire, el arrodillado y metido entre sus piernas. La posición le permitía darle una clavada "a ras con bolas". Lo hacía con dureza pero sin rudeza. Mientras la penetraba le agarraba una nalga la cual jalaba hacía sí en una que otra embestida, la tomaba de sorpresa y cuando lo hacía, Rebeca reaccionaba con un grave suspiro que le hacía cerrar los ojos y levantar la barbilla.[/font][/size]
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[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Alejandra solo tenía 14 años cuando estuvo por primera vez con Miguel, su novio desde que eran niños. Crecieron juntos pues eran vecinos de patio. Eran contemporáneos, lo que les permitió conocerse desnudos desde que empezaron a caminar.
- ¡Pero si nos vamos a casar! –le reclama Miguel con algo de desespero ¿por qué te niegas a entregarte a mí? Seré tu hombre para toda la vida. Tendremos una casa, hijos y un perro. ¿Qué puede salir mal?
- No lo sé Miguel. responde Alejandra mirando al suelo, sobándose un brazo y juntando sus rodillas. -¿Qué tal si quedo embarazada? Mis padres sufrirían mucho. Además, yo no sabría cuidar un bebé.
- Eso no va a pasar. Un amigo que ya ha estado con su novia me dijo que al momento de eyacular él sacaba el pene y se lo echaba en la barriga a su novia.
- ¡iuu! Debe ser asqueroso.
- Jeje. Mi amigo dice que por el contrario, es excitante.
Alejandra gira sobre sus talones y mira al cielo estrellado. Piensa decir algo pero baja la cabeza y se lo traga. Cambia lo que iba a decir por una respuesta que hace brillar los ojos de Miguel:
-Lo haremos pero con una condición: solo la puntica.
-¡De acuerdo! –responde Miguel acercándose a ella y mandando su mano debajo de su falda buscando el tesoro más preciado de su vecina.
-¡Estás… mojadita! –dice Miguel. Alejandra sonríe y se sonroja, se le mojan los labios y dice:
-Yo, yo… sí quiero, solo que me da miedo no tener… (Alejandro mete su dedo índice en su vagina) ...capacidad. ¡ooh!
La luna llena brillaba en todo su esplendor, iluminaba el serpenteo de los caminos que rodeaban el árbol donde Aleja y Miguel hallaron el dulce pecado. Luciérnagas sobrevolaban los cuerpos semidesnudos tirados entre dos grandes raíces del árbol que los acunaba. El silencio había interrumpido la tertulia entre dos seres que quizás se amaban con sinceridad dejándolos unir sus cuerpos por primera vez en sus cortas vidas. Aunque no solo fue la puntica. En un momento de efervescencia, Miguel bajó a su barricada y la llenó de más fluidos, haciéndola vulnerable, sumisa y deseosa de saberse mujer. Miguel sube a derrotar el ejercito de sus pechos, y ellos, prominentes y fuertes repelían el ataque, pero solo por unos segundos. En ese momento Alejandra es sorprendida, su hombre la había distraído con esa guerra arriba mientras abajo invadía su tesoro más cuidado. Había bajado la guardia. Fue una emboscada. Esa carne oculta fue conquistada por su hombre. Fue ese olor a monte verde que elevó la excitación de Alejandra al punto de exigir a su amado que la penetrase toda. Su más profunda piel había sido colonizada al mayor de los gustos. Ella se creía soñando, disfrutaba haber sido descubierta. No había pudor. Los más bajos instintos se habían apoderado de eso dos seres. Fue la primera vergüenza y también la ultima pena. El silencio ya no los vigilaba; sus bocas, que disimulaban los jadeos, ahora le gritaban a ese gran árbol lo feliz que eran.
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[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Mientras le daba sexo en modo misionero, Leandro miraba su reloj Casio modelo James bond de los 80s. Faltaban 10 minutos para terminar el contrato con Rebeca. Ella lo interrumpe y con sus manos lo toma por la nuca y lo atrae hacia ella para darle un beso. Leandro se sorprende y la besa pero no abre su boca. Se deja tumbar en el cuerpo de ella y sigue follándola, de vez en cuando para y restriega su pelvis contra la de ella haciéndola abrir la boca y gemir de placer. Le sigue dando duro y acompasadamente y en un momento siente un calor en su pene; percibe un líquido saliendo de la vagina de Rebeca y para. Ella lo agarra por las caderas y lo atrae fuertemente hacía sí mientras jadea con furia volteando los ojos. Desgarra su garganta y frunce el ceño sin dejar de meter sus uñas en la piel de él hasta que su cascada termina de gotear dejando el blanco de las sabanas lleno de sus mieles vaginales.
----------Continuará-----------[/font][/size]