Alejandra y Rebeca. Memorias de una escort.

Frank Miller

RECONOCIDO
Registro
SEP 2020
MENSAJES
1.429
Reacciones
1.768
Puntos
113
Sede
Atlántico
[align=center]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Parte I[/font][/size][/align]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Rebeca, así se llama su personaje en un mundo subterráneo, oscuro, de luces tenues y velones encendidos detrás del tocador iluminando al Negro Felipe. En ese mundo, ella es una camaleona: puede ser ardiente, sensual, una cerda o potra en celo, pero si alguien lo desea puede ser una dama decente, dócil, capaz de dar un sexo lleno de delicadeza, humedad y jadeos suaves; sabe entregar su piel a otra piel de mil maneras, es hábil para cambiar según el cliente.

- ¿Te gusta así? –Le dice Leandro mientras la penetra en la posición “tijeras” Ella de lado, con una pierna en el aire, el arrodillado y metido entre sus piernas. La posición le permitía darle una clavada "a ras con bolas". Lo hacía con dureza pero sin rudeza. Mientras la penetraba le agarraba una nalga la cual jalaba hacía sí en una que otra embestida, la tomaba de sorpresa y cuando lo hacía, Rebeca reaccionaba con un grave suspiro que le hacía cerrar los ojos y levantar la barbilla.[/font][/size]
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]------------------------[/font][/size][/align]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Alejandra solo tenía 14 años cuando estuvo por primera vez con Miguel, su novio desde que eran niños. Crecieron juntos pues eran vecinos de patio. Eran contemporáneos, lo que les permitió conocerse desnudos desde que empezaron a caminar.

- ¡Pero si nos vamos a casar! –le reclama Miguel con algo de desespero ¿por qué te niegas a entregarte a mí? Seré tu hombre para toda la vida. Tendremos una casa,       hijos y un perro. ¿Qué puede salir mal?
- No lo sé Miguel. responde Alejandra mirando al suelo, sobándose un brazo y juntando sus rodillas. -¿Qué tal si quedo embarazada? Mis padres sufrirían mucho. Además, yo no sabría cuidar un bebé.
- Eso no va a pasar. Un amigo que ya ha estado con su novia me dijo que al momento de eyacular él sacaba el pene y se lo echaba en la barriga a su novia.
- ¡iuu! Debe ser asqueroso.
- Jeje. Mi amigo dice que por el contrario, es excitante.

Alejandra gira sobre sus talones y mira al cielo estrellado. Piensa decir algo pero baja la cabeza y se lo traga. Cambia lo que iba a decir por una respuesta que hace brillar los ojos de Miguel:

-Lo haremos pero con una condición: solo la puntica.
-¡De acuerdo! –responde Miguel acercándose a ella y mandando su mano debajo de su falda buscando el tesoro más preciado de su vecina.
-¡Estás… mojadita! –dice Miguel. Alejandra sonríe y se sonroja, se le mojan los labios y dice:
-Yo, yo… sí quiero, solo que me da miedo no tener… (Alejandro mete su dedo índice en su vagina) ...capacidad. ¡ooh!

La luna llena brillaba en todo su esplendor, iluminaba el serpenteo de los caminos que rodeaban el árbol donde Aleja y Miguel hallaron el dulce pecado. Luciérnagas sobrevolaban los cuerpos semidesnudos tirados entre dos grandes raíces del árbol que los acunaba. El silencio había interrumpido la tertulia entre dos seres que quizás se amaban con sinceridad dejándolos unir sus cuerpos por primera vez en sus cortas vidas. Aunque no solo fue la puntica. En un momento de efervescencia, Miguel bajó a su barricada y la llenó de más fluidos, haciéndola vulnerable, sumisa y deseosa de saberse mujer. Miguel sube a derrotar el ejercito de sus pechos, y ellos, prominentes y fuertes repelían el ataque, pero solo por unos segundos. En ese momento Alejandra es sorprendida, su hombre la había distraído con esa guerra arriba mientras abajo invadía su tesoro más cuidado. Había bajado la guardia. Fue una emboscada. Esa carne oculta fue conquistada por su hombre. Fue ese olor a monte verde que elevó la excitación de Alejandra al punto de exigir a su amado que la penetrase toda. Su más profunda piel había sido colonizada al mayor de los gustos. Ella se creía soñando, disfrutaba haber sido descubierta. No había pudor. Los más bajos instintos se habían apoderado de eso dos seres. Fue la primera vergüenza y también la ultima pena. El silencio ya no los vigilaba; sus bocas, que disimulaban los jadeos, ahora le gritaban a ese gran árbol lo feliz que eran.
 [/font][/size]
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif] ------------------------[/font][/size][/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Mientras le daba sexo en modo misionero, Leandro miraba su reloj Casio modelo James bond de los 80s. Faltaban 10 minutos para terminar el contrato con Rebeca. Ella lo interrumpe y con sus manos lo toma por la nuca y lo atrae hacia ella para darle un beso. Leandro se sorprende y la besa pero no abre su boca. Se deja tumbar en el cuerpo de ella y sigue follándola, de vez en cuando para y restriega su pelvis contra la de ella haciéndola abrir la boca y gemir de placer. Le sigue dando duro y acompasadamente y en un momento siente un calor en su pene; percibe un líquido saliendo de la vagina de Rebeca y para. Ella lo agarra por las caderas y lo atrae fuertemente hacía sí mientras jadea con furia volteando los ojos. Desgarra su garganta y frunce el ceño sin dejar de meter sus uñas en la piel de él hasta que su cascada termina de gotear dejando el blanco de las sabanas lleno de sus mieles vaginales.



----------Continuará-----------[/font][/size]
 
[align=left] [/align]
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Parte II[/font][/size][/align]
[align=left]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Alejandra tenía lágrimas asomadas, pero no por remordimiento sino de dicha, era un pequeño dolor confundido con el placer que acababa de conocer. En ese momento sintió que Miguel se separaba de ella y abrió los ojos. Vio a dos amigos de su novio sobándose el pene. Se espantó pero Miguel le tapó la boca y le hizo el gesto de hacer silencio poniéndose el dedo índice en los labios. Uno de los amigos le agarró fuerte los brazos, el otro empezó a tocarla por todos lados y le abrió las piernas para penetrarla. Alejandra no lo podía creer. Estaba aterrorizada y no podía defenderse. Fue violada.
Alejandra quedó tirada el pie del árbol y con un pañuelo se limpiaba el semen que esos bandidos habían dejado en su pecho; ahora sí lloraba de dolor. Se sentía sucia y usada, Miguel solo quería cumplir una fantasía y lo hizo de la manera más ruin que pudo. Se levantó y corrió sola hasta llegar a su casa que estaba a menos de un kilómetro. Sosegó un poco el mal sabor que había quedado en su piel con una ducha caliente y se fue a la cama deseando que al despertar todo haya sido una pesadilla.

Habían pasado 14 años y Alejandra no tuvo oportunidades de estudio público, trabajó en muchas cosas: niñera, jardinera en un establo, en tiendas de barrio; su ultimo trabajo fue de mesera en un negocio de comidas rápidas pero nunca le alcanzaba para sus gastos. Una noche, mientras atendía en el negocio, una mujer de unos 50 años, vestida con traje corto y ceñido al cuerpo; con maquillaje un poco exagerado. Le dijo:

- Desde que trabajas aquí nunca te he visto con cara de satisfacción, solo finges el buen trato al cliente pero por dentro sé que estás mal.
- Disculpe, estoy ocupada. – le dice Alejandra con mucha indiferencia.
- No me ando con rodeos. –Insistió la dama misteriosa. Te vengo a ofrecer un negocio que te dará dinero, prosperidad y felicidad.
- Señora, se confunde conmigo.
- Sé que estas sola, tus padres en Medellín no quieren saber de ti.
- ¿Quién es usted?
- Soy tía de Miguel.

Alejandra la miró con los ojos muy abiertos deseando no haber escuchado ese nombre. Él causó su huida de su hogar. Ella no pudo con la vergüenza de decirle a sus padres lo que pasó. Ha cargado ese odio por Miguel desde esa fea noche. Han pasado 14 años y siente que esa fue su maldición y ruina. Pero... ¿por qué esa mujer sabía lo que había hecho su sobrino?

- Cuando quise llegar al lugar en que estaban abusando de ti, fue tarde. – dijo la señora con cara de lamento. No te levanté porque la situación me hizo recordar que el padre de Miguel, mi cuñado, abusó de mi cuando yo tenía 15 años. Me atormentó el recuerdo y me paralicé. Ahora vine a buscarte y a ofrecerte un cambio en tu vida que sosegará ese  mal recuerdo y lo volverá como tu mejor arma de defensa y herramienta para vivir. Es el único camino que tienes para encontrarte a ti misma, descubrirte como mujer y sobre todo, vivir con dignidad.

Alejandra se va de la mesa sin decir nada. Dice a su jefe que se siente mal y se va a su morada. En su cama llora toda la noche con las imágenes que esa mujer había removido de su pasado. Pensó que en realidad una venganza sanaría su corazón, tal vez le traería paz. ¿Y cuál era esa fuente de ingresos a la que se refería la mujer misteriosa? ¿En realidad es lo que necesito para superar todos mis males, hasta la pobreza? Obvio, es para ser puta. ¡Idiota! ¿No ves la pinta de esa extraña? ¿Y si acepto? ¿Haría pagar a ese desgraciado?

- ¡Lo haré! 

 [/font][/size][/align]
[align=center]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]-------------------------------------[/font][/size][/align]
[align=left] [/align]
[align=left][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Fabio era un tipo de 30 años, casado y dos hjos. Su esposa, una mujer linda e inteligente, 8 años menor que él, lo complacía en la cama con toda la lujuria permitida en una pareja; no se podía quejar; aun así, sentía que algo le faltaba por hacer en su vida, algo que tenía que ver con el sexo. Un día decidió estar con prepagos que descubrió anunciadas en una página de internet. Fue a un sitio de masajes con final feliz y desde entonces Fabio no fue el mismo. Vivía absorto en un menú imaginario de mujeres de todo tipo. Veía las páginas web de anuncios de prepagos durante horas, interrumpía sus labores para hacerlo. Una gran fijación por ese mundo lo tenía absorto. Un día encontró en internet un foro de hombres que daban sus opiniones y reseñas acerca de escorts con las que habían estado. Buscó chicas según las recomendaciones vistas en el foro y le pareció bien pertenecer a esa comunidad. Abrió su cuenta con un nickname: “Leandro”.
Empezó a hacer sus aportes al foro. A los meses ya era un experto catador y no solo eso, un experto follador. Empezó a tomar vitaminas y a hacer ejercicio, lo que le permitió un buen desempeño sexual. Había caído en una profesión inusual y peligrosa.

Un día vio una reseña acerca de una chica de hermoso cuerpo, piernas largas y torneadas, senos medianos como maracas, piel blanca, pelo negro y labios rojos. Nunca había visto una chica así en ese mundo. Se hacía llamar "Rebeca"

         - Pero para mí serás... “Blanca nieves". - Se dijo-.


-----------CONTINUARÁ------------[/font][/size][/align]
 
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]PARTE III (EL HECHIZO INICIAL)[/font][/size]
[attachment=52408][/align]
[align=center] [/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Al resplandor de una fogata en un bosque de la Sierra nevada de Santa Marta, la misteriosa mujer le cuenta a Alejandra acerca de las brujas:

—Muchas mujeres eran quemadas pero no eran malas, solo gozaban de placeres sexuales y orgasmos únicos. Ellas daban amor pero tenían el poder de decidir a qué hombre se lo concedían. Los hombres, por envidia, les arrebataron ese poder usando su fuerza y, siendo dueños de la palabra, las condenaron como pecadoras. Ellas eran las amas del mundo, tienen el poder de engendrar, dar vida y en abundancia. El hombre es solo un objeto de placer para ellas al que usaban para quedar embarazadas.

—Tiene sentido —suspiró Alejandra—.
—Más del que te imaginas —respondió la madame y prosiguió:
—Por eso se volvieron hechiceras, para vengarse de los hombres.  Es tu momento de recuperar tu vida. Pero necesitas ser otra en un mundo paralelo al de Alejandra. Harás lo que quieras con él, incluso acabar con su existencia si lo deseas.
—¿Matarlo?
—¡Sí!

La madame hizo una señal con su mano a un hombre que estaba detrás de Alejandra. El hombre se acercó y le tocó el hombro. Ella impresionada pero sumisa solo miró a la madame buscando explicación.

—Leónidas te ayudará a encontrar tu otro yo—dice la mujer en tono autoritario pero dócil.
El hombre de unos 30 años, alto, corpulento y moreno metió su mano al escote de Alejandra y le apretaba suavemente los pezones mientras la mujer hablaba en modo de oración:

—Déjate llevar por el poder del que las mujeres somos dueñas: ¡la lujuria! Deja que tu más profunda piel vibre de sexo con ganas, y somete a ese hombre. Ahora te llamas “Rebeca”.

Alejandra no lo pensó y comenzó a masturbarse mientras el hombre le chupaba los senos. Sentía su cuerpo liviano y lleno de calor. Tomó la cabeza de su amante ocasional y la llevó a su vulva que ardía como la fogata que iluminaba sus siluetas. En un minuto ya era un mar de líquidos viscosos revueltos con babas de hombre. Sentía que una lengua gruesa y pesada revolvía la piel de sus labios vaginales y su clítoris que vibraba por sí solo.

— ¡Eres la ama del universo cuando permites que tu cuerpo goce al máximo del falo de un hombre! ¿Quién eres?
— ¡Soy Rebeca! —responde con decisión a la voz de su celestina.
— ¡Las brujas volamos! Sobre el falo de ellos. Solo para eso sirven. ¡Ve y vuela! ¡Úsalo a él!
— ¡Lo haré!

Alejandra, ya convertida en Rebeca, tenía una expresión maléfica en su rostro, enrojecida por el resplandor del fuego, parecía poseída. Sus hombros eran más fuertes y bamboleaban lujuriosamente, su barbilla lucía una altives de cortesana. Sobaba su vagina con sus dedos, y, con la otra mano tomó el gran pene de aquel hombre, se lo sobó por las afueras de su sexo y luego lo jaló con fuerza para que él la penetrara. Leónidas no tuvo compasión, la embistió fuerte. Ella echó su cabeza atrás de un golpe y lanzó un gemido largo y malvado. La celestina dio una fuerte cachetada al glúteo de Leónidas y le dijo: “¡hazla bruja, haz que vuele por primera vez!”.
Leónidas gemía y resoplaba como toro mientras hacía que Rebeca encontrara su “poder de mujer”. Ella lo cacheteaba y arañaba sus nalgas. Lo empujó y se levantó para montarlo ella a él. Leónidas se echó al suelo dejando su mástil reflejando el fuego de la fogata. Ella se monta y lo cabalga con todas las ganas. Da sentadas clavándose fuerte el gran pene del moreno ardiente. Con un movimiento circular logra frotar su clítoris en la base del pene de Leónidas. Aprieta sus senos y se muerde los labios hasta hacerlos sangrar. En un momento se deja tumbar hacia atrás y siente como tiene un gran orgasmo, sus piernas vibraban y su cabeza hacía una especie de tic nervioso hacía un lado, daba alaridos y apretaba su vagina mientras ese líquido caliente y jugoso salía a mojar la pelvis y muslos de Leónidas. Nunca lo había sentido. Esa vez Rebeca encontró la plenitud de ser mujer. Dejó de moverse y se dejó caer en el pecho de Leónidas quien no se había llegado aún pero de eso se trataba, el goce era solo para ella.

— ¡Estoy... volando...! —balbuceó con su boca totalmente húmeda de babas y sangre.[/font][/size]
 
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]-----------------continuará----------------------[/font][/size][/align]
 

Archivos Adjuntos

  • 141218194719_brujas-goya-museo-del-prado.jpg
    141218194719_brujas-goya-museo-del-prado.jpg
    31,5 KB · Vistas: 142
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]PARTE IV (Memento mori)[/font][/size]
[attachment=52501][/align]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Fabio Miguel era un hombre ejemplar, un hombre que, como todos los demás, reprimía los impulsos más oscuros que reposaban en su interior. Su pasión por la lectura del dualismo humano, le llevó a engendrar un personaje que daría vida a Leandro, que era, la contraposición de Fabio, y se dejó llevar por los impulsos y el placer.[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Llegó pues, siendo Leandro, al sitio donde le indicó su Blanca Nieves. Subió unas escaleras para encontrar la entrada a un callejón que tenía varios aparta estudios y lo encaminó sin temor. El número 13 era el de Rebeca.[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Rebeca se asomó por la ventana y logró ver a su cliente a unos metros de su apartamento antes de que llegara.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]—¡Dios, es Miguel! —dijo para sus adentros.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Con un año en el oficio de escort, Alejandra permanecía oculta en su ser, pues había encontrado más felicidad siendo Rebeca. Cuando comenzó en esa vida, pensó que le tocaría atender a hombres viejos, feos o con muchos defectos físicos pero se encontró más que todo con muchachos que querían perder la virginidad, jóvenes atléticos que no querían tener relaciones serías y adultos que solo de esa forma le eran infieles a sus esposas.
En ese momento, al ver al hombre al que le había entregado su virginidad y que en un acto miserable ese mismo día la violó con dos amigos, Alejandra había emergido de su mente y tuvo que hacer un esfuerzo para ocultarla de nuevo.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]“— ¿Quién eres? — ¡Soy Rebeca!” recordó el hechizo de iniciación y se volvió a decir “¡Soy Rebeca!” y abrió la puerta justo antes de que Leandro tocara.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Sus ojos se encontraron y en un instante viajaron al pasado. Ella le pone el dedo en la boca para que callara y le dice “entra”. Él retoma su actitud de Leandro y pasa al cuartucho. Ella se para frente a él muy erguida sin quitarle el dedo de la boca. Tenía una falda muy corta estilo colegial de cuadros rojos y negros, brasier con tiras de cuero negro y tela roja; tacones negros y lucía un peinado rebelde que enmarcaba su lindo rostro maquillado suavemente. Sus senos eran medianos y hermosos. En sus pezones brillaban unos piercings. Su cuerpo aguitarrado se notaba firme. Su piel blanca mostraba tatuajes que, aparte de dibujos románticos, tenía mensajes que marcaban su paso por la vida: “No familia”, “Todo pasará”, “Salta, ya llegará el piso”. Le daba una mirada lujuriosa y hechizadora a su cliente cuando le dijo: “ponte cómodo. Desvístete” y se dio media vuelta.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Pese al inesperado encuentro, Leandro no dejó salir al hombre débil y dócil en que se había convertido Fabio. Sin duda era su personalidad más fuerte en ese momento. Vio como Rebeca se agachaba para abrir la gaveta baja del tocador de donde saca un lubricante, dándole una vista de película. Ve que hace un ademan de querer tomar un preservativo pero que decide no hacerlo. Rebeca le mostraba un culo hermoso y duro sostenido por muslos perfectamente torneados. Notó un resplandor titilante que provenía de atrás del tocador y se dio cuenta de que era una especie de altar con velones. No le dio importancia. Rebeca se colocó un rosario de oro en el cuello y se acercó a él. Lo besa profundamente, él le sigue el juego. Sus lenguas se entrelazaron y curucuteaban detrás de sus dientes mutuamente. Leandro escudriñaba esa boca desconocida, olfateaba su cuello, confundía su olor con humo, colonia, vela, hierro, cigarrillo. Lo que fuera, lo llevaba al más bajo mundo de lujuria. Esa guarida húmeda y con aire nublado, aireada por dos ventiladores era un bosque de gárgolas relamiendo sonrisas mientras los dos cuerpos se reconocían. Rebeca era experta en dar placer y Leandro experto en aprovechar una mujer ninfómana.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]—Tienes un gran falo, duro y venoso —le susurra al oído y con un mordisco le jala el lóbulo de la oreja. —No voy a privarme de sentir ese cuero en mi boca y mi vagina.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Leandro la llevó a la cama y le alzó las piernas. Descubrió una vulva rosada y pulposa. Le apartó los labios vaginales y le empezó a hacer el mejor sexo oral de su vida. Metió su lengua hasta donde pudo y le enganchó el clítoris haciéndola vibrar. Ella se encorvó hacia atrás apretando la sabana con sus manos y gimiendo como loba. Sus fluidos naturales brillaban y se pegaban en la boca de ese hombre que supo cómo excitarla. Le dijo “no aguanto más, clávame ya” y lo jaló por la cabeza y lo puso a chupar sus senos. Leandro jugó con los Piercings y mordía la pulpa dura de esos senos de diosa. Algo extraño le pasaba, se sentía que ya no era un juego, el placer se había apoderado de él muy distinto a como lo había sentido con otras damas por muy complacientes que hayan sido.[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]La penetración se dio casi automática, a manos libres. La locomotora ahora iba a toda máquina. Los vapores de aquel cuartucho se confundían con sus resoplidos. Las miradas estaban llenas de fuego y sus sudores se confundían. Al cabo de un rato, ella lo empuja por el pecho y él se deja llevar, se levantan y ella le sede el lecho para cabalgarlo. Ya empalada se mueve como una gran puta con sentadas fuertes y circulares. Recuerda a Leonidas, da un gran gemido y aprieta el crucifijo que le cuelga en el pecho. Leandro está perdido en el placer de una gran sexoservidora, vive un estado psicotrópico por el que nunca había pasado.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]—El poder es mío –masculla Rebeca. Llegaste a mí a causa de mi magia. Carpe diem, memento mori*, Miguel. *[/font][/size]Disfruta del día presente, recuerda que has de morir.

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]—¿Qué?—responde Leandro sin abrir los ojos por el éxtasis en el que estaba sumergido.[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Rebeca se arranca de un jalón el rosario, pulsa el diminuto letrero de “IMRI” en el crucifijo y una hoja de navaja sale haciendo su típico sonido brillante. En ese momento Fabio Miguel abre los ojos como plato y de inmediato siente como la hoja de la navaja se estrella en su tráquea, se coloca la mano y la sangre emane por entre sus dedos tiñendo de rojo la almohada y las sábanas blancas. La vena yugular había sido cortada. Rebeca gira el crucifijo y la sangre sale a borbotones. A Leandro le empiezan a temblar bruscamente las piernas. Rebeca lo mira a los ojos y le dice un rezo con suave ahínco:[/font][/size]

[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]—“En la Cruz se escondía la Divinidad,[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]pero aquí se esconde también mi humanidad.[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]¡Límpiame a mí, inmundo, con tu sangre![/font][/size]
 
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Levanta la mirada al cielo y sigue su oración:[/font][/size]
 
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Hécate, a quien ahora veo oculta,[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]que al mirar su rostro cara a cara,[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]sea yo feliz viendo su dolor.[/font][/size]
[size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]Amén”.[/font][/size]

 
[align=center][size=large][font=Arial,Helvetica,sans-serif]----------------------------------FIN------------------------------------------[/font][/size][/align]
 

Archivos Adjuntos

  • fetiche.jpg
    fetiche.jpg
    334,9 KB · Vistas: 128

Regístrese o ingrese para comentar

Invitamos a hacerlo

Crear cuenta

Registre una cuenta. ¡Es gratis, fácil y rápido!

Iniciar Sesión

¿Ya tiene una cuenta? Ingrese aquí.

Un deseo indebido

Mis amigas de la universidad...

Top